Presentación
En su Tesoro de la lengua castellana o española de 1611, primer diccionario monolingüe del español, Sebastián
de Covarrubias habla así de los médicos y su profesión:
… los llamamos physicos en quanto saben la theórica de la medicina, y médicos en quanto
con la práctica nos curan. Por otro nombre los llaman doctores, y por ellos está el
significado por excelencia, por la precisa necessidad que ay de que sean muy doctos, más
que los graduados en teología o derechos; porque si yerran los primeros, ay recurso a la
Yglesia, y al Santo Oficio, y si los segundos ay apelación para el juez superior; pero el
error del médico es irremediable, y al punto se lo cubre la tierra...
Ponía así de manifiesto Covarrubias no solo las distintas denominaciones que se utilizaban, y se utilizan, para
designar a los profesionales de la medicina, sino también el grado de excelencia que la sociedad les exige. Pero
del texto de Covarrubias se trasluce, además, la íntima relación del médico con la sociedad de la que nace y a la
que sirve. En efecto, la ciencia de la medicina está enraizada profundamente en la sociedad, y con ella es partícipe
y coprotagonista de su devenir histórico, de su grandeza y también de sus flaquezas. Una de sus muchas
facetas, y no la menos importante, es la de la comunicación. Si es bien cierto que no hay ciencia sin comunicación,
lo es aún más en las ciencias médicas, en las que la comunicación entre profesionales permite el avance de
los conocimientos, y la comunicación entre médicos y pacientes facilita su labor a los primeros y permite a los
segundos entender y hacerse entender.
La sociedad que habla y vive en español, y con ella sus profesionales sanitarios, estaba demandando desde
hace tiempo una obra de referencia que sirviera de guía en el cada vez más complejo mundo del lenguaje médico.
En él son imprescindibles la precisión y la corrección, a las que se suma el registro del caudal inagotable
y siempre renovado de voces nuevas para nuevos conceptos. Además, la necesaria especialización del léxico
se traduce a menudo en un alejamiento entre los profesionales de la medicina y la sociedad en la que se desenvuelven.
Y desde luego, también se percibe la indudable influencia del inglés como lingua franca de la ciencia,
que está alcanzando terrenos íntimos de nuestra lengua que debemos defender como patrimonio de nuestra
cultura. El propósito de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM) es contribuir a llenar ese vacío y dar
respuesta a las innumerables cuestiones planteadas en torno al lenguaje de la medicina por los millones de hablantes
que se comunican en lengua española.
La Academia ha sido y es, desde su nacimiento, sensible a las inquietudes y problemas de la gran esfera de
conocimiento que rodea a la profesión médica en su sentido más amplio. Respondiendo a esta necesidad, la
RANM se ha planteado desde largo tiempo la compilación de un diccionario del léxico de su competencia. El
resultado es este Diccionario de términos médicos (DTM),1 fruto del trabajo conjunto y coordinado de la Corporación,
que la Academia, con el generoso mecenazgo ejercido en especial por la Fundación Mutua Madrileña,
pone al servicio de la sociedad y de la medicina con el fin de aclarar conceptos dudosos y denominaciones equívocas,
para contribuir a la corrección del lenguaje médico, señalando errores frecuentes y la forma de corregirlos,
y también para proponer términos españoles que eviten el uso innecesario de anglicismos o sugerir la mejor
forma de adaptarlos.
El DTM está dirigido, evidentemente, a los profesionales biosanitarios, como médicos, enfermeros o estudiantes
de ciencias de la salud, pero también a especialistas de otros campos y ciencias afines, como psicólogos,
farmacéuticos, biólogos o químicos. Y puede resultar, desde luego, muy útil a redactores médicos, traductores,
periodistas, etc. Pero es deseo de la RANM que el DTM no sea un diccionario “por y para profesionales”, por lo
que su ámbito de influencia puede muy bien extenderse a los destinatarios de la actividad médica, los pacientes,
y a través de ellos a toda la sociedad.
Como ciencia, la velocidad con que la medicina adquiere e incorpora nuevos conocimientos y técnicas es,
y cada vez más, vertiginosa. La subsiguiente e inevitable especialización queda, lógicamente, reflejada en el
léxico particular de cada una de las especialidades médicas, que configuran así cuerpos de doctrina con fronteras
conceptuales y léxicas muchas veces confusas y solapadas. En la confección del DTM se han contemplado
hasta 58 especialidades médicas, entre las que se ha intentado mantener un razonable equilibrio en cuanto a su
peso en el resultado final.
Esta primera edición del DTM contiene casi 52 000 términos y nace con el corolario fundacional de todo
proyecto vivo: su naturaleza dinámica, abierta a futuras actualizaciones. Pero quizá la gran novedad de este
diccionario, frente a otros diccionarios médicos de larga tradición, anglosajones o franceses, traducidos a nuestra
lengua, es que está pensado y escrito en español, lo que lo convierte en un logro genuino y de singular proyección.
La cantidad, calidad y diversidad de la información contenida prefiguran un porvenir que se ha de ir
enriqueciendo con la incorporación de términos usados por la tan importante y creciente comunidad de habla
hispana de Iberoamérica.
En efecto, el proyecto académico que, tras seis años de trabajo, culmina con la publicación del DTM, ha
partido de la confección de una planta lexicográfica de nuevo cuño en la que se ha reunido, por primera vez en
un diccionario especializado, información correspondiente a muy distintos aspectos léxicos, desde la caracterización
gramatical o la etimología, hasta las recomendaciones de uso, las notas biográficas o las nomenclaturas
normalizadas. La redacción de las definiciones ha corrido a cargo de los miembros de la Real Academia Nacional
de Medicina, con el concurso, cuando se ha considerado necesario, de reputados especialistas. El DTM,
junto a la edición en papel, va a estar dotado, por otra parte, de una versión electrónica que va a ser un instrumento
vivo capaz de aportar agilidad, eficacia y rapidez a las muchas cualidades de rigor, amplitud y certeza que
ya tiene el diccionario y a permitir que puedan agregarse al mismo todas aquellas incorporaciones que, en el
curso del tiempo, se consideren necesarias entre las sucesivas ediciones de papel.
A pesar del entusiasmo y la dedicación puestos en la tarea, esta no hubiera llegado a buen término sin el
concurso imprescindible de otros agentes, entre los que cabe destacar la profunda labor de patronazgo ejercida
por la Fundación Mutua Madrileña, sin cuyo apoyo continuado no hubiera sido posible esta obra, y también la
apreciable colaboración de la Fundación Ramón Areces en este proyecto. La RANM agradece profundamente
su generosidad y la decidida confianza que han depositado en ella para la consecución de sus objetivos.
La Real Academia Nacional de Medicina quiere también expresar su agradecimiento a Editorial Médica
Panamericana, encargada de las labores de edición del DTM, que ha ofrecido desde un principio entusiasmo y
voluntad de colaboración, poniendo a disposición del DTM recursos humanos y materiales, además de su prolongada
experiencia en la edición de obras médicas para el mundo hispánico.
Comenzábamos esta Presentación citando el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de
Covarrubias, publicado exactamente hace cuatrocientos años, en 1611. Así como aquella obra marcó de algún
modo la madurez alcanzada por nuestra lengua en los tiempos del Quijote, cumbre del llamado “Siglo de Oro”
español, del que el propio Covarrubias fue un cabal exponente, confiamos en que nuestro DTM, que sale a la
luz en feliz coincidencia cuatro siglos después, marque también la madurez alcanzada por la lengua cervantina,
puesta al servicio de las ciencias médicas y, a través de ellas, de la salud y de la vida.
Es nuestro ferviente deseo que el Diccionario de términos médicos se convierta, por sus cualidades, en el
punto de referencia de la lexicografía médica en español y que futuras ediciones, en las que ya trabaja la Academia,
contribuyan a reforzar el papel del español en la comunicación médica y, por ende, a la conservación y
enriquecimiento de nuestro patrimonio lingüístico.
Manuel Díaz-Rubio García
Presidente
Real Academia Nacional de Medicina
1 Se usará la sigla DTM en estas páginas preliminares al solo efecto de evitar la repetición del nombre en extenso.