Prefacio
El 12 de julio de 1733 se constituyó en Madrid la Tertulia Médica Matritense, que adoptó el nombre inicial
de Tertulia Literaria Médica-Chymica-Phísica, “nombre escogido por no haber otro con quien equivocarla en
España ni fuera de ella [...]”. Estaba formada por profesionales de reconocido prestigio social, con el principal
propósito de renovar y mejorar la medicina de la época en España, acercándola a las nuevas corrientes que se
desarrollaban en el resto de Europa, como una expresión más del pensamiento ilustrado de la política borbónica.
Sus estatutos quedaron redactados el 2 de septiembre y fueron aprobados el 5 de octubre del mismo año; en
ellos se recogían los objetivos de la Tertulia, su organización y composición, las características que debían reunir
los tertulianos, las actividades que se pretendían desarrollar y las normas de funcionamiento.
Mediando 1734, los fundadores de la Tertulia deciden cambiar el nombre de Tertulia por Academia Médica
Matritense y se redactan unos nuevos estatutos, que fueron aprobados por el Consejo Real de Castilla el 12 de
agosto de 1734, y refrendados por la Real Cédula de Felipe V el 13 de septiembre de 1734. El 15 de julio de 1738,
don Giuseppe Cervi y Grasico, primer presidente de la nueva Academia, consigue del mismo monarca que la
nueva institución quede bajo protección real y pase a denominarse Regia Academia Médica Matritense, origen
de nuestra Real Academia Nacional de Medicina.
La desaparición de la documentación académica desde marzo de 1752 a octubre de 1791 —período que
D. Luis Sánchez Granjel llama “los años oscuros de la Academia”—, que corresponde a los reinados de Fernando
VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788), no permite tener información precisa de todas las actividades de la
Academia durante ese período, aunque hubo importantes contribuciones para mejorar la calidad de la medicina
española y para su incorporación definitiva a la medicina europea.
El 13 de octubre de 1791 la Academia recibe un escrito del conde de Floridablanca, presidente del Consejo
de Estado, notificando la aprobación por Carlos IV de unos nuevos estatutos que, sin embargo, no serían firmados
y sancionados por el monarca hasta el 26 de mayo de 1796; en estos estatutos, la Academia pasa a llamarse
Real Academia Médica de Madrid. Los nuevos estatutos se publican en el primer tomo de las Memorias de la
Academia (que tardaría muchos años, hasta 1862, en tener continuación), cuya dedicatoria al rey es autorizada
y firmada por Godoy el 14 de enero de 1797; en ellas, como preámbulo de los estatutos, se establece un Plan
de ocupación en que deberá emplearse la Real Academia Médica de Madrid, que supone la aceptación e incorporación
del pensamiento científico europeo moderno a la práctica de la medicina y el diseño de un amplio
programa de actividades para desarrollar por los señores académicos. Entre estas, figura la “formación de la
nomenclatura o explicación de las voces técnicas españolas mejorando la que hasta ahora se ha ejecutado, defectuosa
en la actualidad por la ignorancia de la medicina y ciencias naturales […]”, que es la primera mención,
en la documentación académica conocida, a la elaboración de un diccionario médico.
Sin embargo, este propósito no se cumple y es preciso esperar hasta la segunda mitad del siglo xix para
encontrar alguna nueva referencia sobre el particular. En efecto, el 28 de abril de 1861, Isabel II aprueba y sanciona
un nuevo Reglamento para la Real Academia de Medicina de Madrid, que en su Título I, “Del objetivo
de la Academia”, hace mención, entre otras muchas cosas, a elaborar un Diccionario tecnológico de ciencias
médicas. El Reglamento fue publicado en la Gaceta de Madrid el 2 de mayo de 1861, firmado por el ministro
de la Gobernación D. José de Posada y Herrera. Este reglamento supuso para la Academia una liberación del
control gubernamental y una mayor autonomía en su funcionamiento, si se compara con el Reglamento general
para el régimen literario e interior de las Reales Academias de Medicina y Cirugía del Reino, sancionado por
una Cédula Real de Fernando vii el 31 de agosto de 1831, redactado por el cirujano D. Pedro Castelló y Ginestá
en 1828. Desde el Reglamento de 1861, la institución se considera implícitamente Real Academia Nacional de
Medicina, para distinguirla de las llamadas en la época Academias provinciales, y por sus especiales tareas de
asesoramiento en el ámbito del Estado, tanto por parte de instituciones gubernamentales como judiciales, así
como de los más diversos asuntos sometidos a la consideración e informe de la Academia por parte de numerosos
organismos de muy diverso rango.
Siguiendo las indicaciones del Reglamento de 1861, se nombró una comisión para la elaboración del
diccionario, pero nunca tuvo una actividad continuada y la tarea no llegó a culminarse. La información, siempre
fragmentaria, que ofrece la documentación del Archivo y la que figura en las Actas resultan insuficientes para
seguir los trabajos de la Comisión, si bien hay constancia de la elaboración de un programa de trabajo que tiene
fecha el 7 de febrero de 1862, de la disolución del grupo de trabajo en 1870 y la remisión a la secretaría de la
Academia de definiciones correspondientes a la letra B en 1889.
También hay constancia de que durante los años treinta del siglo xx hubo una Comisión del Diccionario
Tecnológico que sufrió numerosos cambios en su composición sin que se hiciese realidad su objetivo; la última
alusión de esta época al tema del diccionario figura en el acta del 7 de febrero de 1936, en la que se acuerda
reorganizar los trabajos para la elaboración del diccionario y reformar la Comisión al respecto, que queda constituida
por los académicos D. Nicasio Mariscal y García del Bello, D. Antonio Simonena y Zabalegui, D. Amalio
Gimeno y Cabañas y D. Eduardo García del Real y Álvarez de Mijares.
En los estatutos del 29 de marzo de 1941, entre las comisiones permanentes, además de la encargada de
redactar la farmacopea, la de medicina forense y accidentes de trabajo, y la de publicaciones y corrección de estilo,
figura la Comisión del Diccionario Técnico de la Medicina, presente en sucesivos estatutos pero que nunca
había conseguido cumplir su cometido.
Los Estatutos del 21 de mayo de 1954 y los del 7 de diciembre de 1967 contemplan una comisión permanente
para la redacción del Diccionario tecnológico de la medicina, y así figura en los sucesivos anuarios de la
institución, encargada de la elaboración del correspondiente diccionario para normalizar la terminología médica
en español, pero nunca se materializó de forma efectiva.
Es necesario llegar a fechas muy cercanas, finales del siglo xx, para abordar la elaboración del diccionario de
forma definitiva y que el proyecto del Diccionario de términos médicos se haga realidad. Por iniciativa del académico
D. Antonio García Pérez, a quien debemos agradecer su idea y su entusiasmo en la tarea, y de mí mismo,
la Junta Directiva de la Academia remite a la Junta de Gobierno la conveniencia de elaborar el diccionario (acta
del 7 de noviembre de 1989), creándose una comisión que presidió el primero. Comienzan así las tareas preparatorias
para la elaboración del diccionario y de forma artesanal se empiezan a aportar las primeras definiciones
de un listado de lemas; esta labor progresa muy lentamente, entre otras razones por la carencia de medios materiales,
de metodología lexicográfica y de recursos económicos. En la etapa de mi presidencia de la Academia
(1994-2002) decidimos impulsar de forma resuelta la confección del diccionario, se elabora una primera base de
datos con las definiciones que ya habían sido aportadas previamente y se proyecta un nuevo plan de acción con
la participación de los señores académicos, de acuerdo con su especialización profesional (acta de la Junta Directiva
del 20 de enero de 1998). A la muerte del profesor García Pérez, el 3 de mayo de 2002, la Junta Directiva
de la Academia me designa coordinador y director de los trabajos del diccionario (acta del 18 de junio de 2002).
La complejidad y magnitud del proyecto hizo aconsejable la creación y la contratación, en septiembre de
2004, de un equipo técnico especializado, para lo que fue necesaria la función de mecenazgo de algunas entidades
privadas, como la Fundación Ramón Areces y, muy especialmente, la Fundación Mutua Madrileña, que
con sus aportaciones económicas han hecho posible sufragar los gastos que la ejecución de la obra conlleva.
El equipo técnico ha estado integrado por un coordinador, D. Fernando Navarro, secundado por D. Ignacio
Navascués y D. Fernando Pardos, y un equipo lexicográfico constituido por las lingüistas D.ª Cristina González
y D.ª Carmen Remacha. De esta forma, las definiciones aportadas por los señores académicos en sus respectivas
especialidades son analizadas y adaptadas por el equipo técnico a las características lexicográficas establecidas
para la obra, incorporando la etimología, el equivalente en inglés, las abreviaturas, los sinónimos y las observaciones
según procede en cada caso.
Al proyecto del Diccionario de términos médicos se adhirieron los representantes del Instituto de Salud Carlos
III, la Organización Médica Colegial, la Federación de Asociaciones Cientificomédicas Españolas (FACME),
la Conferencia Nacional de Decanos, la Asociación Nacional de Informadores Sanitarios (ANIS), la Sociedad
Española de Educación Médica, la >European Association of Science Editors (EASE) y la revista Panace@, que
acudieron a la reunión mantenida en esta Real Academia el 15 de abril de 2004, dejando la puerta abierta a cualquier
otra institución u organismo, público o privado, interesado en promover el buen uso de la terminología
médica en España e Hispanoamérica.
En Junta Directiva del 19 de noviembre de 2004 se acordó la constitución de una Comisión Terminológica
académica, que quedó constituida por mí mismo como presidente y por D. Manuel Díaz-Rubio García, actual
presidente de la Academia, D. Antonio Campos Muñoz y D. Juan Jiménez Collado, en esa fecha secretario general
de la Academia. Esta comisión ha sufrido algunas modificaciones en su denominación y composición en los
últimos años y actualmente figura en el Anuario como una de las comisiones permanentes, con el título de Comisión
del Diccionario de términos médicos y está constituida en el momento de la publicación de la obra por
D. Hipólito Durán Sacristán (presidente y director), D. Antonio Campos Muñoz (director adjunto), D. Enrique
Moreno González, D. Luis García-Sancho Martín (director adjunto) y D. Julián Sanz Esponera.
En enero de 2005 se creó una comisión mixta de trabajo, conocida como Comisión del Diccionario, integrada
por los académicos de número de la antes mencionada Comisión del Diccionario de términos médicos y el
equipo técnico. Tal comisión mixta se ha venido reuniendo mensualmente en sesiones ordinarias de trabajo o
en sesiones extraordinarias cuando los asuntos por tratar así lo requerían, para establecer y aceptar los cronogramas
de tareas, analizar el cumplimiento de los trabajos, debatir las definiciones de términos conflictivos o de
difícil interpretación y, en definitiva, sobre cuantas cuestiones pudieran mejorar la calidad del diccionario; es
decir, esta comisión de trabajo ha actuado como garante de la elaboración, seguimiento y supervisión de la obra.
Por otra parte, es el órgano de relación entre el equipo técnico y la Real Academia como institución y, siempre
con la aquiescencia de esta y de su Junta Directiva, ha tenido carácter resolutivo, inmediato y continuo sobre los
trabajos en curso y sobre los problemas que han surgido en su desarrollo.
En los nuevos Estatutos de nuestra Academia, aprobados en 2011, en el Título II, de las funciones y fines,
el artículo 6.º, punto 10, dice: “Elaborar, actualizar y publicar con periodicidad un Diccionario de términos médicos,
así como vigilar y controlar el uso correcto del lenguaje” [sic], lo que pone de manifiesto el interés de la
Academia por el diccionario.
Esta Real Corporación, aunque con un retraso de más de doscientos años, al fin da cumplimiento a uno de los
objetivos y requerimientos estatutarios con la publicación del Diccionario de términos médicos elaborado por
los señores académicos y por algunos redactores muy cuidadosamente seleccionados, que pretende ser obra de
referencia en la lexicografía médica en lengua española.
Por este motivo, quiero agradecer muy sinceramente a la Junta Directiva de nuestra Academia el apoyo
incondicional que me ha brindado a lo largo de estos años para la confección y edición de nuestro diccionario, a
la Comisión Académica y a la Comisión Técnica del Diccionario por su trabajo, dedicación y entrega a la obra,
a la Fundación Mutua Madrileña por su imprescindible labor de mecenazgo y de un modo muy especial a los
señores académicos y otros redactores y colaboradores, que son los verdaderos artífices de que nuestro diccionario,
el Diccionario de la Real Academia Nacional de Medicina, vea la luz. A todos ellos, mi reconocimiento y
mi gratitud.
Hipólito Durán Sacristán
Director Académico del Diccionario de términos médicos
Presidente de Honor
Real Academia Nacional de Medicina